¡Oh fiel y eterno compañero!,
como fue que te abandoné
y te olvidé con cruel desdén
en aquel hosco casillero.
¡Oh mi blanco ángel encarnado!
hoy que fortuito te encontré
portas un manto enlutado
en tu rostro manso y añejado,
empero mis pueriles años
con el recuerdo te lloré.
Mi vida de nuevo te convido,
a ti, mi juguete preferido.