Quiero regar esa flor, con rocío de mi alma,
permítelo por favor, que yo soy cual lago en calma;
y con las aguas que tengo, cristalinas y profundas,
quiero lavar la herida que de amor ya te perturba.
Quiero regar esa flor que nace en tu corazón,
y que tan solo quiere reverdecer en amor;
porque su semilla esparce al abrazo de los aires,
y a todos quiero gritarlo no me mandes a que calle.
Mi silencio nada calma sino que me desespera,
y veo pasar el tiempo que va en su veloz carrera;
con tus ojos que no puedes abrir ya por tanto llanto,
mientras tanto yo, esperando ofrecerte primaveras.
Ven, que no quiero que dilates los minutos ni las horas,
pues un minuto de amor de usted preciosa señora;
es como estar en la gloria o en el bello paraíso,
déjame regar tu flor, por favor yo te lo pido.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita