Cuando se muere un poeta,
las letras se quedan viudas,
y la inspiración se esconde , llorando, tras de la luna;
y la musa queda sola, huérfana y taciturna
porque los versos no fluyen, su voz ha quedado muda.
Las palabras van saltando, como bola que rebota,
No encuentran la rima dulce, cadencia ni entonación,
El poeta va a la tumba, con su mente inerte y fría,
Y se quedan sollozando, las estrofas que paría.
También la naturaleza se entristece con su ausencia,
Por que no huele el perfume, de poesía con esencia,
Y el amor, ¡que digo yo! Ese si lo extrañará,
Porque el poeta era, el padre de frases lindas y bellas,
Con las que él se paseaba, en balcones de princesas.
Se quedarán las tardes con su ligera brisa,
Esperando que la noche descubra el velo de luna,
Con el que el bardo arropaba su puño y su fina pluma,
Para cantarle a la dama, enamorada y coqueta,
Que soñaba con su amado a la luz de las estrellas.
Eso deja una cadena en esta vida lobrega,
Porque son más los que sufren la partida de un poeta;
Desde un niño que en su cuna, ya esta aprendiendo a hablar,
Se ensalza con la dulzura de un bardo y su versar.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita