Como agua en la palma de la mano se escapa el tiempo, se escurre, se evapora,
forma una gota; una gota que baja rápidamente al suelo y emerge en lo profundo,
una gota que cae fácilmente y nos deja en el suelo; en nuestro fin.
Cada noche medito, regreso el tiempo en recuerdos; me aferro a lo bueno,
insólitamente vivo el pasado; creo un puente, uno cercano,
a veces trato de no pensar el futuro, otras veces duermo pensando en ello.
La eternidad; no tiene pasado ni futuro.
El tiempo sí; no es eterno.
Pienso en detenerlo, no puedo,
unas veces algo extraño ocurre,
todo se detiene.
Muere el tiempo lentamente, rápidamente,
muere de alguna de esas dos maneras,
depende a mi situación o al entorno.
El tiempo; lienzo donde pintamos nuestras acciones,
eternidad; no tiene fin, todo es continuo.
Pero en esta vida nada es eterno,
el tiempo es tiempo: se acaba, se muere,
no hay eternidad en él, ni en mí,
ni en los otros.