Vuelves a mí
en el beso que he robado
a la brisa de la tarde callada,
que sin tocar siquiera tus labios
se duerme aún sobre mi almohada.
Soñé con verte sonreír,
soñé que todavía me mirabas,
por eso es que vuelves a mí
a desnudar sin prisa mis mañanas.
Si un mar de silencio asoma
salpicando pequeñas lágrimas,
hasta hacerse sueño en prosa
y dejarme rendida en tu mirada;
con la que tropecé aquel día
después de ver desdibujarse el sol,
en el sendero por el que aparecerías
a llevarte para siempre mi dolor.
Y esa misma noche te vi en sueños
entregándote a cada roce de mi piel,
con la luna iluminando mi deseo
de sentirte en mí... de hacerte mío otra vez.
Vuelve a mí la inspiración
que yace latiendo al borde de mi cama,
se hizo anhelo y caricia en mi corazón
con la pasión que lloró la madrugada;
al verme endulzada... embelesada...
envuelta en la fantasía
de hacerte el amor...
al verme en tus brazos estremecida,
al ver tus manos delineándome
la hermosa silueta del claro de luna
que ardió en mí con sed de amarte,
deslizándome sin freno en tu ternura.
Vuelves a mí
desbordándome el alma...
Vuelves a mí
y se me derraman las palabras...
Vuelves a mí
¡y yo me resisto!
pero quiero estar en ti
¡ser tu destino!
Vuelves a inundar mis versos
con tu sonrisa y mis lágrimas,
si no puedo acallar este deseo...
¡si me tienes enamorada!
Vuelves a mí
entre la cascada de sentimientos
que me empapa al volverte a mirar,
y tras la melodía de invierno
en la que fuiste sumergiendo mi versar.
Vuelves a mí
a los sueños de esta poetisa, a su cantar,
aunque ya estés demasiado lejos,
tan lejos...
que no puedes verme llorar...
Vuelves a mí
aunque así no lo quieras,
aunque luches por dejarme atrás,
aunque se marchite la primavera
que contigo he soñado amar.
Ceci Ailín