PADRE BENEDETTI
(A Mario Benedetti, 17-5-09)
“......Cuando está dulcemente triste
resplandece pero sin lágrimas.........”
Cuando me chistaste, lejano,
tu pelo de nieve sobre el labio,
“que fueran abolidas todas las soledades”,
me alzaste de veras, lo que nunca,
bañándome en corrientes de bautismo
con sacrosanto verso sin demora.
¡Qué diminuto había sido yo!
Ya no te dejé que pararas de hablar,
enamorado o solo, cuerdo o loco,
me unté con tus sabrosas sílabas,
cogí un macuto con ilusiones de un día
y me aventuré de explorador torpe
por los cráteres vellosos de una piel.
Y rastreando, tras veinticinco años,
un lunar, una cicatriz, un eventual grano,
hojeo, para lo más cotidiano, tu prosa,
o si, cansado, enfermo de mi cuerpo,
descabalgado el relente en mi nuca,
ceno tus inventarios con despistes y franquezas.
Dice el periódico que te fuiste,
que te faltó tiempo para legar al lunes,
mas no creo a los vocingleros obituarios.
Hoy, jueves, te he oído cantar:
“los derrotados mantenemos la victoria”,
y sé que sigues aquí, atado al imán,
contrito, cuando nos das la espalda,
por si llegó tu carta a todo el sur;
alegre, por no ser inocente en lo oscuro;
sereno, ante “esa espléndida nada
nada prometedora.”