Diaz Valero Alejandro José

Glosa de amor llanero (Fusionado)

Nuevamente dejo a su consideración una Glosa fusionada con mi amigo, el llanero  Portugueseño, Efraín de Noriega. Como muchos de ustedes sabrán,  la  GLOSA son versos octosílabos aconsonantados. El tema suele ser expuesto en la primera estrofa (llamada texto) y desarrollado en las siguientes (llamadas glosa), repitiendo en éstas los versos de la primera. Efraín y yo hemos fusionados varias de ellas y hemos hecho conjunción de ese sentimiento poético que nos identifica y nos representa . De verdad que es para mí inmenso honor y un verdadero reto, cada vez que Efraín me solicita lo acompañe en los caminos del verso; esos que él tan magistralmente maneja, porque lo tiene domados, amarrados al pie del botalón. Un abrazo a Efraín por esta camaradería poética y un abrazo también para todos mis lectores por su gentileza de compartir con nosotros esta bella experiencia literaria.

 

 

GLOSA DEL AMOR LLANERO

 Tu figura es tan sutil,
por favor dame tu mano;
me caes así como al llano
una llovizna en abril.
José (Cheo) Ramírez


Te veo pasar cada día
cuando vas hacia tu casa,
y en mi pecho se acompasa
profunda melancolía.
Añoro tu compañía
en esta noche febril
tolvaneras en abril
refrescan mi sentimiento
y sé que en todo momento
tu figura es tan sutil.

 

Dame pronto una ojeada,

que de esperanza me llene,

dame ese brillo que tiene

lo dulce de tu mirada.

Que tu pelo de cascada

destaque tu porte indiano,

te pido, amor soberano,

junto a tu bella ternura.

Yo te pido con premura:

Por favor dame tu mano.

 

 

Tolvanera y resplandor

me traen mi dicha temprana,

y la luz de la mañana

me alumbra con su primor.

Siento llegar el amor

con el calor del verano

me presento todo ufano

y tú con voz de alegría

sabes que tu dicha es mía:

me caes así como al llano.

 

 

Con cantos de ruiseñores
y con dulzura de miel
vas agitando el tropel
me aleja los dolores…
Regálame los olores
de tus capullos en flor
y deja que lo febril
de mi cuerpo varonil
te impregne serenamente;
y piensa que soy de repente
una llovizna de abril.

 

Alejandro J. Díaz Valero

y Efraín de Noriega