Pusieron en su cabeza corona de espinas
burlándose de él como rey de los judíos
mientras que por amor entregaba su vida
por nosotros los pecadores píos e impíos.
De solo pensar en todos, todos los insultos
que recibió nuestro señor Jesucristo
el corazón en la garganta se me hace un nudo
y es tanto el dolor que llorando me han visto.
Me pregunto: ¿porque hay tanta violencia?
somos hipócritas al decir que te amamos
pues, al prójimo, sin reparo, maltratamos
a veces acabando con su existencia.
Decimos que te amamos con el corazón
con ese mismo corazón que se ensaña
y maldice con palabras que daña
como el sable, la daga o el azadón.
Sin mencionar las escupidas al rostro
que sin ojeriza ni ademan reaccionó
mientras yo, hasta al trabajo arrostro
sin pensar que por él; Dios me perdonó.
Autor: Jareth Cruz
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