Tengo solamente
cinco minutos de mi tiempo
para escribirte una carta de amor.
Es increíble
cómo nos absorben
las asignaturas pendientes,
y las rutinas tan necesarias,
como salir corriendo
a depositar un pago al banco,
o tener que ir de compras al Mall,
a recoger mis lentes nuevos.
Y que no nos quede tiempo,
más para lo necesario:
Ir a una junta del colegio de tu hija,
o quedarse varado
en el tráfico a las once del día.
Así, no me quedan más
que segundos para decir: te amo.
Es tan poco el tiempo disponible
para estos asuntos tan triviales, como amar,
que suele quedarse en la
agenda de pendientes
para el día de mañana,
y la del día siguiente,
y al siguiente,
y al siguiente día: nada;
sigue más atorado este negocio
que tú, cuando te estancas
en el tráfico de las once.
O más irresoluto
que los temas pendientes
de la orden del día de la asamblea;
cualquier asamblea de la cual se trate.
Da lo mismo.
Luego, me reprochas
porque tú en tu rutina,
yo en la mía,
no dejamos
un instante disponible
para decir; te amo.
Bien ya tengo que irme,
dejándote esta carta
sobre tu almohada.
Habrás de perdonar
que detrás de todos
estos argumentos
solo tuve tiempo
para decir; te amo.
Pues me apuras
para salir con puntualidad al banco.
Hoy es día de liquidar
los pendientes financieros.
P.D. No requiero que contestes mi mensaje.
Yo lo sé: También me amas.
Salgamos pues, al banco.