Licor que embriaga mi
sentir y arrastra
toda mi facultad de
pensamiento,
al estar frente al amor,
cuan sagaz águila,
toma mi alma y se
la lleva para darle
alimento a sus crías.
Dominar al amor
que como caballo salvaje,
galopa en las llanuras
del extenso mundo
atormentado de hoy en día,
solo complace al que
ha nacido para él.
Ídolo de seres que sienten
la belleza de la lluvia
cuando alimenta,
cotidianamente a la madre tierra,
que la espera,
ver el profundo sentimiento
que despierta en la fiera,
el hambre se sus hijos,
el árbol que se desprende
de sus hojas para alimentar,
al microscópico ser que
necesita de ellas,
frío devaneo del viento,
en tierna coquetería,
al rozar tímidamente,
la paz que respira,
una roca intacta.
Sutil manera la que
el río usa,
para tomar de la mano,
a la plácida orilla,
la forma en la que el sol,
le da calor a la rosa,
oculta en el inmenso
regazo de un viejo
bosque de robles,
el perfume que se
adhiere,
a la tímida pared vacía,
de un sosegado jardín,
un nido solitario en
busca de una pareja
de amantes,
para darles tierno cobijo,
la luna empañada
detrás de un espejo roto,
busca a quien dar inspiración,
para el sublime intento
de amar,
las manos de un panadero,
amando el trigo,
para dar su fruto,
en fresco pan.
Heme aquí,
en busca de
lo que significa,
el amor y sin conocerlo
convertirme en mensajero
de tan complicado
sentimiento.
Reservados todos los derechos de autor:
Carlos Dos Santos Daniel