Día lleno de pesares, dolores y quebrantos,
Lleno de pesadumbre, camino lleno de espinas,
Pruebas que manda Dios por partidas, o destajo,
Frentes que con fortaleza y fe, se lucha y vence,
De madrugada llego al jardín añorado, soñado,
Y encuentro a mi rosa helada, congelada, temor,
Que regrese el invierno eterno, y mi destino sea,
El envolverme en la negrura, que por siempre arropa,
Al sendero por el que transita mi alma enamorada.
Hoy que soy el que necesita consuelo, y apoyo,
Me encuentro inmerso, extraviado, en lo profundo,
Del inclemente invierno, que con su mortal silencio,
Destroza las defensas, convierte los sueños en pesadilla,
Y buscando en la negrura de la noche tormentosa,
La luz de la luna, hoy cubierta por los nubarrones negros,
Que ciegan a mis ojos, a tientas busco la suave caricia,
De los pétalos de la rosa, y encuentro las espinas,
Del cardo indiferente, que cruel me lastima y hiere.
Y mientras trato de escuchar tus susurros en medio,
De los vientos invernales, la brisa permanece muda,
Y no entiende mi ser, porque no hay melodías,
Donde se perdió mi espíritu, en medio de las dunas,
Donde se escuchan y taladran los oídos, esos gritos,
Que silentes como dagas, destrozan mis ilusiones,
Dios, será que tengo tantos pecados y sangre,
Que bañan a mis manos, que de penitencia eterna,
Me sumen de nuevo en las tinieblas perpetuas.
La esencia, hoy carece de fundamento y deseo;
Hoy no hay bálsamo que alivie las heridas sufridas;
El aliento se contrae, al no encontrar en que fijarse,
Mientras la noche avanza, tranquila pero inclemente,
Y poco a poco se desvanece esa luz, que me guiaba,
Y mientras mi espectro deambula, en las tinieblas,
Y cae en lo más profundo de las catacumbas,
Mi corazón agonizante, clama mi rosa de mi vida,
Donde estas, que sin ti mi vida pierde sentido.