Tan libre se percibe al ser errante
Aquel que transita por todo lugar
Esperando hallar una paz constante
En aquel sitio al que llamará hogar
Desligado de todas sus posesiones
Excepto las que guarda la memoria
El resultado de sus decisiones
Conocimiento de derrotas y victorias
Guarda el saber de miles de pueblos
Por los que tan silencioso ha pasado
Pues la sombra es el ente más atento
Y el silencio el escucha más dedicado
Todo ser vuelto igual ante su mirada
Capacidad para observar al corazón
Despojando las disímiles fachadas
Para escuchar el palpitar de su canción
Aprendió a consolar a los desdichados
A celebrar la felicidad del vencedor
A luchar contra el yugo de los tiranos
Aprendió del mundo a su alrededor
Ha admirado la belleza del amor puro
Ha visto el odio en un cruce de miradas
La capacidad creadora de todo ser vivo
Y la destrucción que causa su ira insana
Pues ha visto el núcleo del ser humano
Entre contrastes vanos, conservada igual
Amalgama de tonos oscuros y claros
Impredecible, pero hermosa al final
Es esa esencia la que le da esperanzas
En noches en que la derrota lo embarga
Por no encontrar en los vivos confianza
Sintiendo cada equivocación más amarga
Pues sabe que nunca es tarde para cambiar
Y que no existen errores incorregibles
El sabe que no hay que dejar de soñar
Aunque el paso del tiempo sea insensible
Sigue buscando entonces su pertenencia
Dentro de esta compleja humanidad
Con apariencia de malicia e inocencia
Con ciertos tintes de luz en la oscuridad.
Andrés Ruiz H.