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AJEDREZ

¿Qué aman los ajedrecistas

en sus largas noches, mudos, uno frente al otro ?

 

Son dos silencios, cuatro manos y un tablero.

En la desleída luz de la estrategia,

la torre vigila la mística cuadrícula,

el alba y el anfiteatro de la guerra.

 

En sus esquinas eligen negro o blanco,

evalúan la textura de las piezas en combate,

gladiadores mentales que sopesan sus espadas,

sus escudos, sus grebas y sus mallas.

 

El Caballo en el abrevadero,

el Peón lento y sosegado,

la diagonal de los Alfiles,

el Rey en su aplomo vertical huye del mate,

la Reina alerta en todos los cuadrados.

 

¿Qué aman los Reyes, los Caballos

los Alfiles y Peones de un juego de ajedrez?

Tal vez, adoran la mano desnuda

que los saca de sus casillas,

la geometría de un juego sin corazón,

tatuado sobre la piel de una cebra.