Se ha encerrado la princesa
en los versos recibidos
y baja las escaleras
y recorre los pasillos,
cantando estrofas que llevan
un mensaje prohibido.
Y se mira en los espejos
y acomoda sus vestidos.
Le gusta tener amigos,
que le lean, le comenten,
recibir mensajes íntimos,
que los lee y los convierte
en grandes promesas de amor,
que ella misma se los cree,
aun siendo de un picaflor,
que está probando su suerte.
Pobrecita la Princesa,
que se cierra en su palacio
y desgrana esas promesas,
como si fuera un rosario,
pues le llegan siempre en verso,
con dulce vocabulario,
que opacan ocultos cebos
con armas de sagitario.
No es lo mismo hacer rimar
que componer poesías.
La belleza en el amar
se da con una sonrisa,
con las miradas que van
de una isla a otra isla,
cruzando el inmenso mar
de sentimientos que gritan.
Y si eso no se da…
sólo será una rima.
Sin poesía, el amor…
es como caja vacía.
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