Aquella tarde azul,
tu sonrisa cubrió mi vida,
los años se devolvían sin detenerse
retornando a mí la ingenuidad.
Aquella tarde entre tus brazos
me hacías estremecer,
como la vez primera.
Recogiste entre temblores cada retazo
fuiste armándome lentamente,
con pétalos marchitos rehiciste una flor,
¡Me devolviste la vida!.
A cada beso que me dabas respondía la luz,
iluminando una por una las habitaciones de mi alma,
mi alma apagada, triste, desolada.
A mi oscuridad por fin llegaba el sol, mi sol.
Mi llanto se fue haciendo mudo
y a cada caricia tuya confesaba alegría.
Mientras te sumergías labio a labio
por las todas comisuras reservadas por tantos años.
Destiló el dolor del ayer, se fue para siempre.
Me retorcía atada a tus manos
cada gemido gestaba libertad.
Libre, plena, te recibí sin fronteras, sin final.
Mis búsquedas y las tuyas
comulgaron bajo una piel,
latiendo un mismo corazon
por donde se asomaron sus alas
de mil colores, de mil tamaños
¡Y volaron por fin las mariposas!