Sé que me deseas,
lo sé por tu mirada,
porque al vaivén de mis caderas
tu boca se hace agua.
Sé que me deseas,
te delatan las ganas,
las ansias que cabrean
en tus incipientes canas.
Que yo soy una niña,
que tú, un solitario,
que yo tengo tanta vida
y tú sólo algún horario.
Que si es,
qué pasaría?
que tú eres
complicado,
que si lo perdonaría,
que es un desubicado.
Y se olvida,
se te olvida...
Que esta niña ya está grande
con sus propias decisiones,
que ya tuvo algunos fraudes
y pagó caros errores.
Se te olvida que esta niña
así y todo ya es mujer,
con sus propias convicciones,
hueso duro de roer.
Por eso tú, hombre-niño,
niño grande, niño al fin,
sabes no tienes a nadie
ningún brazo al cual huir.
Por eso tú, hombre fuerte,
y corazón alucinado,
no me debes el permiso
ni el perdón de condenado.
Si me miras nuevamente
y el destino nos unió,
acércate suavemente
y no me digas que no.