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1
Tienen los monjes ladinos
en sus conventos placer,
cuando, con mucho saber,
pescan enormes cochinos.
Y es que los buenos tocinos
gustan, tras los carnavales,
sabiendo que son veniales
los vicios del pecador.
2
Y, olvidando la sardina
que con llantos se consume,
el cocinero presume
de la carne en la cocina.
Vaya la que se avecina,
que los días cuaresmales
se hacen nuevos carnavales
para quien es pecador.
3
Porque ya nadie se espanta
de que, en el agua pescado,
nunca pueda ser pecado
pasarlo por la garganta.
Y, antes de Semana Santa,
sin nunca ser comedidos,
degustan mil embutidos,
y el vicio del pecador.
5
Y jamones y chorizos
prestan placeres golosos
a los viejos religiosos,
porque son antojadizos.
Son los manjares rojizos
los que, ya sobre la mesa,
causan enorme sorpresa
al dichoso pecador.
6
Que nunca fue mala ciencia
advertir con picardía
que se abstiene la abadía
de los días de abstinencia
Y lo manda la conciencia,
que ilumina al mundo entero
el dulce sabor lardero
que deleita al pecador.
2010 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Romances y letrillas"