Recuerdo cuando,
tumbados en la cama,
te acercabas a mi lado de la almohada
con una sonrisa dibujada en la cara
en busca de una caricia aplazada
o de una ternura postergada
–siempre me cobras las cuentas impagadas–.
Recuerdo cuando,
echada sobre la cama,
adoptabas posturas inverosímiles,
de flexibilidad acrobática,
con la cabeza en el lado de los pies,
y los pies a la altura de la cara.
Recuerdo cómo deshacías mi lado de la cama
con tanta gracia que no me importaba
quedarme desnudo y sin manta
y con las sábanas arrugadas.
Recuerdo cuando,
abrazados y unidos en un solo cuerpo,
me mirabas como la Venus del espejo,
como una ilusión óptica,
como un trampantojo,
como una beldad que traspasa el marco del cuadro
en el taller de un pintor barroco.
Recuerdo todos esos momentos que vivimos,
y no pienso en otra cosa que en repetirlos.
© Óscar Bartolomé Poy. Todos los derechos reservados.