Para oír tu sonrisa y embriagarme en tu acento
me desperté en la noche plomiza de mis penas
con un licor hiriente derramado en mis venas
y la mirada herida de un triste sentimiento.
Y entonces quise oírte, te llamé en la distancia,
quise oírte un minuto dos segundos siquiera
quise ahogar mis angustias, acortar esta espera,
y sonó tu desprecio, nota cruel en mi estancia.
Quise oírte un minuto, dos habrían bastado
para decirte quedo mi amor y mi locura
y volver a embriagarme de tu santa dulzura
y otra vez a los lejos… besarte enamorado.