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DÉJAME, acariciarte el ROSTRO con mis MANOS

DÉJAME, acariciarte el ROSTRO con mis MANOS:






Déjame, acariciarte el rostro con mis manos, para apartar una lágrima que se ha quedado, rezagada, no juzgues al mal querido, negándole la mirada con silencio, aunque tus hermosos ojos glaucos al mirarme, puedan recomenzar a llorar, mostrándome lo antes no visto y sean tus suaves y delicadas manos las que mojándose, terminen quitándolas de la piel una buena vez, sin darme al menos, la oportunidad en un solo intento, de borrar toda tristeza de soledad, que hoy empaña tus sueños, más queridos...,

Déjame, acariciarte el rostro con mis manos, esta vez, no serán unas letras del alma, que hablen por el ausente, lo que Tú puedes sentir, presentemente, si así aun lo anhelas, viendo lo que trasmiten mis sufridos ojos a tus ojos, porque Yo también amor mío, estoy padeciendo los sin sabores que por mi error, padeciste sin merecerlo, desveladamente preocupada cada noche esperando, sin verme llegar a tus brazos y es por ello, que arrepentido de rodilla vengo nuevamente para decirte, cuanto lo siento...,

Déjame, acariciarte el rostro con mis manos, no es mucho lo que pido, para quien no tiene voz ni voto, pero en verdad, son caricias únicas que jamás te entregué y por eso, también te pido perdón, conciso y confeso ante Dios, porque siempre debieron ser tuyas y simplemente te las negué, dándote la espalda cuando por amor mas las necesitaste, marchándome, sin mirar un instante atrás, a la clase de mujer que dejaba abandonada y ahora sabidas, el destino las vierte, en contra mía, perdóname...,

Déjame, acariciarte el rostro con mis manos, es imposible imaginarme la forma de tu cara, perdurablemente, sin poder notar tu añorada presencia, junto a mí, porque estar condenado por mi condición de pecador, hace para la nada todos mis gestos y deseos, pagando infinitamente el haber faltado a tus sentimientos, por no medir desgraciadamente para mi, las consecuencias que traería el haber jugado con fuego de pasión ajena, perdiéndote a la espalda de tu olvido, con tu silencio y tu desdén, perdóname...,

Déjame, acariciarte el rostro con mis manos, quien sabe la suerte que pueda correr, cuando sientas de mis dedos en la mejilla el toque de un corazón sinceramente arrepentido de su largo cabalgar por el mundo, haciéndote dibujar quizás una tenue sonrisa en tus labios, sin que por ello conlleve a que olvides todo lo sucedido entre nosotros, Yo sabré, esperar, claro que esperaré, aunque el tiempo en la tierra no me alcance, entonces, en el cielo también te estaré esperando, amada mía, para que, sentidamente, me des tu perdón.
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Sergio Yglesias García
Caracas, 25022012 07:00 PM.