taburiente

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Quedé marcado

desde la tarde en que nos conocimos,

y conversamos durante horas,

en la creciente penumbra

dibujada por las ruidosas nubes

que dejaban carer su carga sobre Buenos Aires.

Fue decisivo,

el doloroso,

urgente,

pedido de cariño y ternuara

que emergía de tu relato.

 

Tu personalidad contribuyó a ello,

en horas y días siguientes.

Y sobre todo,

tus ojos celestes y tu sonrisa de niña.

 

Que me hicieron recordar

historias lejanas,

y despertar similares deseos

a los que aquellas convocaban.

 

Como cubrir con mis labios

tu sonrisa

y tus hermosos ojos,

faros de aquella,

chispeantes de picardía, travesura, alegría...

Como el besar, lamer, mordisquear

tu cuerpo,

gozar de su lenta entrega.

mientras desecha temores, prevenciones y recuerdos,

relajándose,

cambiando,

al paso de labios, lengua y manos,

endureciendo pezones,

que aguardan anhelantes

el contacto que se hace esperar

hinchando clítoris y vagina de sangre,

al ritmo que el corazón dispone,

mientras la piel se eriza,

anunciando la cercana caricia,

y las manos se aferran

a los cabellos de una cabeza

cuya boca calma su sed

en los jugos vaginales,

para finalmente erguirse,

y unirse

lengua con lengua,

cuerpo con cuerpo,

y acabar

como uno solo, 

en un estallido de placer y felicidad.

 

Y creer

que a la mañana siguiente.

ese, será el despertar.

 

Pero el avión partió,

y vos en él.