Se ha posado en mi ventana
un gorrioncito curioso.
Tras el cristal me miraba,
parecía estar ansioso.
En mi cuarto yo jugaba
con soldaditos de plomo,
con mi sombrero gris plata
yo era un capitán famoso.
Me levanté muy despacio,
para entreabrir la ventana,
procurando con cuidado
que el gorrión no se asustara.
Me deslicé por el suelo
de regreso a mis soldados
y esperamos en silencio
a que pasara este pájaro.
Muy poco tardó el gorrión
en entrar en nuestra estancia
y en mi cama aterrizó,
orgulloso por su hazaña.
Cuando yo fui a levantarme
el pajarillo saltó,
cortos vuelos por el aire,
pasitos de campeón.
Mis soldados se cayeron
bajo sus alas, vencidos,
y el gorrión emprendió el vuelo,
buscando un mejor destino.
Así acabó la batalla,
mis soldados por el suelo
y mi sombrero gris plata
ya no tiene regimiento.
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