Bella bajo la lluvia, como seductora entre el vino y la espuma. Ella, letal, nadando por el mar lúcido de aguas profundas. Ella, afable entre risas, ahogando las miradas de ojos ajenos en el abismo, bajo sus trémulas olas obscuras.
Su belleza no excluye el peligro. Aquel fulgor enardecedor que de su cuerpo destella, es sin duda el disfraz de la muerte que lentamente se acerca.
Reina o Sirena, del mar y la tierra. En sus brazos, el arma lacerante de corazones nobles. Como una rosa sin espinas, con el tallo fácil de palpar, pero en sus pétalos, veneno fatal.
Ambulante furtiva entre las mentes. Desde los íntimos deseos del hombre cualquiera, hasta el fin de las memorias e inciertos presagios de un guerrero.
Su alimento es la valentía, un edema de ambrosía que punza su áspero corazón.
-¡Indulto!- Gritan las bocas secas, al verse tentadas por los labios de aquélla mortífera y sublime belleza. Y a mí, me ofrenda el perdón, aunque sumiso caeré en la pena y traición. Sin embargo consuela moderadamente, mi alma.
Entre mi piel y mi carne corre dolor, y un estímulo de dulce sabor. Entre mis venas, su sangre filtra la angustia, el miedo y la lujuria. Tibia, me sucumbe ante sus recuerdos de una injusta desgracia. Ahora, como esclavo, soy el ave que destila por el viento el símbolo de su venganza.
Bella y letal... Tu cuerpo es la medusa, vuelto crital de luna.