La niña del callejón
Niña abandonada que por las calles pasas,
llevas en tu cuerpo las huellas del dolor,
mirando al firmamento
te vas limpiando lágrimas,
que brotan ,de tu angustiado corazón.
Te han abandonado no encuentras la razón,
pasas muchas horas en la banca de algún parque,
buscando en todo rostro quien calme tu aflicción.
Cuando el cielo lo cubren las sombras de la noche,
te vas paso, por paso, buscando algún rincón,
en donde guarnecerte, de la lluvia inclemente,
lo único que encuentras es un frío callejón...
Colocas tu cabeza en lo duro del asfalto,
no tienes frazada, mucho menos un colchón...
Un triste día de mayo, de lluvia y sin calor,
tus ojos se cerraron y tu luz se apagó,
te fuiste con tus sueños, qué sólo eran quimeras...
Te fuiste derechito, a donde está el Señor.
Felina
Esta era una niña abandonada, que no
tenía mamá, mucho menos hermanitos
ni un perrito que abrazar.
Todas las mañanas, al parque se iba a sentar,
Fijaba la vista al cielo y se preguntaba sin cesar,
¿por qué yo no tengo mamá?
¿Cuál sería la causa de quererme abandonar?
Fueron muchas las preguntas que por su mente pasaron,
pero fue pasando el tiempo y nada le contestaron.
Si yo tuviera mamá que me pudiera acariciar,
que me apretujase en su pecho y me diera muchos besos,
también seguramente, necesitaría de sus consejos…
qué importa que me reprendiera…eso se llama amor,
aunque muy de vez en cuando, me diera un coscorrón,
iríamos de a mano camino a la estación,
llegando las vacaciones subiríamos al furgón.
Ay qué cosas tan hermosas las que pudiéramos vivir,
sería tan feliz y todo el tiempo sonreír…
no tendría sufrimientos, ni esta cruel orfandad,
el sol saldría para mí, ya no habría oscuridad.
Yo, todos los días me asomaba a la ventana,
veía bajar la niña, muy apesadumbrada,
me daba una sensación de quererla adoptar,
pero es que no podía…yo tenía su edad.
Pero un día cualquiera, la niña no vino más,
sentí una angustia infinita, quería averiguar
el por qué ,ella no volvió a pasar, por aquel lugar,
su presencia no veía y la empecé a extrañar.
Cuál fuera mi sorpresa… la niña no vendría más,
ella murió de hipotermia y en terrible soledad,
tenía como habitación un lúgubre callejón,
en esa fría madrugada no latió su corazón,
ni una manta que cubriera sus carnecitas morenas,
quedó abrazadita a sus sueños, qué sólo eran quimeras.
Felina.