Esperé el nacimiento del aura
y la muerte del sol cada día.
Sostuve en mi mano
la flor de la alegría,
y el canto de las aves.
Maté lo monótono del día
y ahogue las aguas del
dolor.
Pinté de blanco la locura,
de negra la certeza,
pues no hubo otro color.
Descubrí lo lejos de los cielos,
lo cercano de la tierra;
puse mis pies firmes ella
y vi caer una estrella
que explotó.