Acabamos de cenar…
Sobremesa de alegría…
Con sonrisas departía,
nuestro afán de conversar.
Era hermoso aquel lugar.
Y mejor la compañía.
Nada más se requería,
para empezar a soñar…
La luna con su alumbrar,
maravillas descorría.
Mientras tu mano y la mía,
platicaban sin cesar…
Suele la noche hechizar,
con mística brujería,
invocando fantasía,
dando placer al pensar.
Nunca llegué a sospechar,
que su poción serviría.
Y entre sorbos bebería,
de las mieles del amar.
Y en un lejano arrullar,
de la sutil melodía,
el corazón comprendía,
su deuda venía a saldar.
Noche de dulce cantar,
resguardándonos del día,
cuando el corazón vertía,
ternuras al suspirar…
Resplandor en titilar,
desde el cielo provenía,
cuando su estrella surgía,
de mi noche a iluminar.
Terminamos de cenar,
y mi mano sostenía…
Ya el viento lo repetía:
El amor vuelve a brillar…