He visto ceñido a su falda
Cual cangrejo quijote que levanta su lanza
Y pegarse como un beso mojado
A la casi entrepierna de agua con piel de lodo.
Yo no olvido ese cuerpo
Esa terraza asfalto con miedo de abismo
Con vuelo ciego de murciélago
De ternura angélica y aguijón de diablo.
No he de refugiarme más en la locura
Ese grito presbiteriano de su cuerpo
Que se ondula en la garganta del sosiego
Y que va muriéndose como un astro pez
En la solitaria orbita de la sombra del agua.