Tomar limonada de estíos
exprimiendo gajos de sol helado,
rodearnos los dientes
de un mar amarillo
y soplos agrios en dulces libres.
Tomarnos la vida en limones
como se bebe el verano
en la vasija transparente
del cielo, con cubitos
verdes de breñas
y aceras germinadas
en sombras.
Un niño fraterniza con los árboles,
la paloma anida su red
de aves secretas,
vagabundean silvestres perros,
alguien tararea romances,
se ven piernas sin trajes,
brazos como cataratas
bronceadas.
La sombrilla del estío
encierra mi vida en redondo universo
de manzanas. Cuelgan principios
de helados en todas las manos…
Se va enlenteciendo
el sueño en la noche
sin sueños y el amanecer
discurre fríos rocíos
en la palma de su fruta
incesante.
Mi limonada me sonríe
con sonrisas de estupor atardecido
en el umbral de las frescas hojas
marinas, sus ojos de limones
son brocales del polo sur
encerrado en mi vaso.
La tarde se oye distante, cercana,
me encierra en su verde estrella
redonda.
Caen las nubes como alas
de la vida levantada
en la escalera que todas las estaciones
siembran alrededor
de mi limonada…