Irse y caminar sobre talismanes
de vida y muerte.
Catar mansamente la definitiva copa de vino
al tiempo que las horas pasan como días idiotas.
Agonizar en un vaso de agua destilada,
comer y vomitar, no poder distinguir
entre el ahora que es presente continuo
o el mañana que será futuro
de exequias indeterminadas.
Irse sin maletas y sin arrepentimientos…
Dejar atrás a las agónicas personas de siempre
y masticar una esperanza que nos vendieron en la niñez
y que ahora no es más que un aturdimiento irrealista
dispuesto a dejar en el tintero lo que pudo ser.