Cuando la añoranza desnuda el pasado
comparecen
Los más remotos recuerdos de mi infancia.
Se e dibuja en mi mente aquel caminito,
Que me llevaba de la mano por las praderas
De mi tierra añorada; donde un río,
Canta su armoniosa y fresca melodía,
Azul como el cielo donde el sol,
Deposita sus rayos de oro fino.
Verdes campos donde la llanura
Adornada por sauces y eucaliptos
Viven en armonía con las flores de campo
Y el musguito que fresco guarda la humedad
Misteriosa del recuerdo.
De pronto el destino me coloca
En otra geografía, en otro camino
Y se vuelve gris pero divino
Por la fragancia de inocente anhelo
De llegar por ese caminito al cielo.
Eran alto largo y hecho de lodo
Que empezaba desde la última calle de cascajo
Hasta la capillita de ladrillo
A donde un sacerdote bonachón llegaba
En su moto a dar el catecismo
En las ardientes tardes de los sábados
La misa en las frescas mañanas de domingo
Y mientras caminábamos
Con hermanos con primos y amigos
Contemplábamos la subida de la marea
Que por los tubos colocados debajo del muro de lodo
Hacían pasar el agua al otro lado
Como una bella cascada de agua salada
Y cuando no había aguaje,
Seguíamos el derrotero de una jaibita rezagada
Que al querer atraparla se escondía debajo de las piedras
Y luego en el orificio que era su morada.
Y al crecer, los caminos se hicieron más pesados
Pero trazados con el anhelo
. las ilusiones de los sueños construidos.
No sé, pero pienso a veces
Que el camino que tracé en mi infancia
Tomó un rumbo diferente;
y al mirar atrás ,
Y contemplar aquella niña con pies descalzos y la cara sucia
Que seguía el vuelo de los pájaros
La extraño como extraño los sueños perdidos.