Dejaba en casa su coraje
Para llegar puntual a su labor;
En un canasto su equipaje:
Sol, frio , dolor…
Manos quebradas; endurecidas:
enfermos de la incomprensión…
Cansados ojos; miradas perdidas
Y sin reconocimiento, trabajador.
Allí estuvo Pepe,
En la parrilla subido,
cortando con el soplete
sus pulmones, su quejido…
Ay, ay…ferralla en el olvido…
El hierro le abrió heridas,
sus tenacillas…ahí quedaron…
Ferralla que olvidaron
Muchos de los que están arriba.
Antonia Ceada Acevedo
Escrito en mayo del 1992 a Mi Padre que murió