¿Qué perdemos ahora?
Se me ha ido la lluvia escondiéndose en cuevas
del intenso océano. La luz ha volado
en la valija de la estrella.
Nada nos queda, solamente el beso
y las blancas manos.
Tengo yo la evidencia de tus labios,
tú tienes mi abrazo anochecido.
¿Qué caminos abarcarán los pasos
que nos germinan?
Poblaremos senderos de inquieta sombra.
Nos querrán el viento y la nieve.
Te espero con mi cuerpo abierto como una flor
desgarrada,
como un libro olvidado,
aguardo tus alas de transparente vida
y sueltas ilusiones.
¿Quién fui yo contigo? Somos errantes.
Todo navega lo irremediable,
fuego en el lazo frío, sed de la piedra
enterrada en el abismo
donde abandonaron el baile y la risa.
Ah… amor, nada perdemos si juntos
somos el mismo árbol que se teje
con raíces jubilosas. ¡Ríe. Besémonos!
Vayamos a buscar la arena de la tarde,
la ola derramada, el concierto de la calandria,
amemos distancias.
¿Qué historia sembraremos?
En nosotros se extiende la marea impredecible,
el abovedado asombro, la exacta
manifestación de lo oportuno,
cultivemos el delirio que crece.
Armemos la casa vegetal, el lecho de agua,
la nieve asomará su timidez.
Te voy amando con mi sueño ambiguo,
me vas amando en lo vacilante,
va creciendo la avidez libre.
Vendremos con la perfección de la montaña,
ningún día callará la voz que soltaremos
por las veredas de las ciudades,
por los muelles crujientes.
Alas eternas alzarán nuestro rumbo,
en el último amanecer
gravitaremos sobre aquella infancia
que nunca perdimos.