Aún
me duele tu verso,
tu simulacro de palabras corrientes y molientes,
tu retórica acidez de fuerza reticente;
de mi “no saber quién eres”,
aún ahora.
Y cada gota purpúrea
que desagua mi boca
confluye a pronunciar tu nombre:
en un charco andante de lava
te jactas del sueño,
aún ahora,
aún ahora que no hay tiempo.
La raíz de tu pluma
guarda centenares de espinas
y pocos besos:
cada beso, cien espinas;
cada espina, un nuevo adiós;
al adiós se le engulle una nueva bienvenida
de besos automáticos,
finalmente trágicos,
aún.
Tus letras no sanan mi herida,
llagan mi anhelo,
quizá, el perdido en sentencias,
esperanzas, noches y días, “como si fuera posible.”
Me encierro al canto crepuscular,
al vacío infinito de mi alma,
¿y la tuya? soñando, soñando puede ser.
Recorren los tabúes por el suelo
como buscando algo, -quién sabe-
No cesan mis ojos tus lágrimas,
los pasos que ahora son míos,
las noches que no llegan, los días que no pasan,
y sé que duele, pero quiero sufrir
al menos por amor,
aún ahora,
aún ahora que no hay nada.