Soy como una llama
que se esconde
al borde de las llamas,
entre las sábanas amanecidas,
lentamente despertando,
ante la pronta delicia
de la ventana abierta.
¡Ah, asedio de mi luz en tu luz!
Cuando la noche
toma toda la sed de mi boca,
desde cada poro que continúa
sin tregua más allá de la penumbra.
Y tú creces
entre el carmín de mis labios,
tiritando como un punto en la sombra.
Somos la embriaguez ingobernable,
poseídos por todas
las memorias del gozo.
Es que todas mis lunas
te reclaman en mi noches,
que mueren en ti,
que renacen en mí.