Huguito, mi compañero que trabaja como peón en el depto. De obras, un paraguayo bonachón, callado, tímido, criado en medio del monte, en la más absoluta pobreza, con esa inocencia de un ser no contaminado. Vino a probar suerte a buenos aires hace como dos años, entró aquí para tareas en general, ya que venía recomendado por un contratista, en este tiempo, jamás una palabra de más, siempre el respeto ante todo. El jueves pasado vino por la mañana a pedir un adelanto ya que su mujer embarazada de tres meses estaba con pérdidas y quería llevarla a una clínica privada de la zona donde vive. Hoy Lunes, al preguntarle por el estado de su esposa, me dice que el viernes, mientras el estaba de viaje a Chacabuco por trabajo en obra, llamó para ver como se encontraba y le informaron que había perdido su bebé. No se como explicar el frío que recorrió mi cuerpo al ver a ese muchacho parado frente a mí, con la misma cara de tranquilidad siempre, pero los ojos llenos de lágrimas, atiné a abrazarlo y fue sentir como se aferró a mi con fuerza como descargando (quizás por primera vez) esa angustia que lo envolvía, cuando nos distanciamos vi en sus ojos esa señal de agradecimiento. El tipo no pidió el día para acompañar a su joven mujer, para pasar el dolor juntos, no le contó a nadie del trabajo lo sucedido, él siguió su vida como si nada pasara, no creo por insensible, si por que no se le ocurrió que otra cosa podría hacer, cuidó su empleo y como siempre la mejor forma es pasar desapercibido… Sentí que la vida no es lo más importante, solo hay que seguir, no hay lugar para el duelo…