Tengo en la punta de mis dedos
la palabra exacta que la lengua
no se atreve a decirte.
Se enreda torpemente
en el paladar hasta que mis dientes
la muerden para calmarla.
Sangra como un animal que se arrastra
dentro de mi boca, queriendo huir
del dolor que le arde y que le pesa.
Le llevo mis manos para taparla,
amordazarla, no quiero que escuches
de mi voz decir te amo,
sin que se provoque el efecto
de lanzar una piedra al agua y ver
como sus ondas se expanden.
A comparación de saber que
aún cuando con todas mis fuerzas
la arroje sobre el hielo,
resbalará hasta quedarse
sin respuesta.