La noche se vuelve un gemido de dolor
estrellas que caen y refucilos en los ojos,
del sueño coherente, sólo un recuerdo,
de la calma inconsciente, los despojos.
Un látigo me yergue tensada en la cama,
la boca trémula, se afina de espasmos,
me envuelvo en mis brazos intentando en vano
proteger a mi cuerpo de cada sablazo.
Se retuercen las entrañas de dolor
como queriéndose escapar del asedio,
genealogía, quizás sea el virus
y mañana, la muerte el remedio.