Casi desnuda de tantos ayeres,
hoy llego hasta tus manos.
¡Ah, que la noche aún no se detenga!
Más allá de esta sombra
que no es sombra,
sino esta piel que estremece
en ellas todo el cielo.
¡Cómo tienta la desnudez
revestida del aire!
Cuando me tomas
con la sola prontitud de tus besos,
galopantes estrellas
sobre mi cuerpo que en ti
despierta para siempre.
¡Ah, bandada nocturna
de besos que no duermen!
Dame tus manos amor,
para tactar el mundo que te nombra,
más allá de mi aliento,
más allá del relámpago
todavía en celo.
Por eso este poema
-míralo- amor:
Son dos alas
continuas que me bastan.