Tu libertad me marea
y yo preso de tus barcos
fui quien te dejó ir.
Así vas, volviéndote,
y yo desencontrado
no te supe contener.
Solía verte distinta:
lejana como una piedra,
reluciente como un óleo,
fija y doliente como un ancla
y ahora que estás bien cerca
es cuanto mas lejos te tengo,
tan lejos como la soledad o la rutina,
lejos de abandono, lejos de silencios.
Así son nuestros barcos
uno como un enfermo que se cura,
otro que se enferma para no sanar jamás.
Supe siempre, yo lo supe
y prefería tu lengua muda
a todos los dramas de nuestros días,
a tu escritura sacada de los cajones,
a tantos barcos idos
para tan pocos renglones.