Romanticologo

EL ÚLTIMO MOHICANO

RECORRIENDO LOS CAMINOS DE MI EXISTENCIA. UN ALÍAS (EL ÚLTIMO MOHICANO).

 

Una oscura noche fue escenario para un ejército de estrellas que rodeaban de norte a sur el firmamento, mi mirada se sustentaba ante el fulgor de los destellos que se veían a través de la inmensidad. Estaba sentado en el sillón que apunta a la ventana principal de mi departamento embelesado, cuando una voz susurró en mi oído y me dijo que cerrara los ojos para comenzar a soñar. Me enlisté a la fantasía de la melodía del teatro de la imaginación y enrumbé mi cuerpo vulnerable al epistémico pasado.

 

Mi anatomía se encontraba volando sobre todos los recuerdos que ha vivido mi memoria, mientras era dirigido por esa noble voz que me guió más allá de mis remembranzas… mis brazos se encontraban extendidos sobre la barda blanca en el cielo y yo estaba fascinado ante tanta belleza que mostraban las montañas y el mar que se veía tan pleno. En mi vuelo pude notar al observar  vestimenta, automóviles y edificaciones que me había sumergido casi un siglo atrás en el tiempo.

 

Mi revoloteo continuó refugiado sobre las nubes que eran blancas, pero en cierto momento el tono del cielo comenzó a tildarse a gris, y mi sentido pudo denotar el olor a pólvora que estaba presente en el viento, minutos después sonidos abruptos de hélices y metrallas dilataron la paz que había sentido, debajo miles de soldados marchaban con meta a la conquista, en sus  brazos tenían  armas de fuego y en el frente un banderín con los colores negro, rojo y amarillo. Un escalofrío retumbó en mi organismo cuando copos de nieve comenzaron a nacer del cielo y marcaron el advenimiento del invierno blanco, aunque en los campos de batalla la nieve en el suelo era roja.  Fui testigo de tanta maldad, destrucción, miedo y muerte. Entonces me di cuenta de que  mi viaje se había desplegado hacia la primera guerra Mundial.

 

Mi intuición me hizo viajar a un puerto en dónde un inmenso barco estaba a punto de zarpar, un extraño sentimiento me llevó a un rincón en el que se encontraba  un grupo familiar; los hombres abrazaban a las mujeres y los niños lloraban al oír el sonido de los morteros a kilómetros. Seguía sintiendo aquella extraña sensación que me trajo a ese lugar, mientras miraba a esas personas todas de color blanco, cabello rubio, o rojizo y con hermosos ojos azules como el mar.

 

La voz que me había guiado a este epistémico viaje, retumbó nuevamente en mi oído y esta vez permitió escucharla más claramente para notar que era parecida a la de alguien querido:

 

-Ellos son mi familia –dijo la voz: conoce a mi abuelo y ese pequeño niño en sus brazos que es mi padre.

 

Yo estaba un poco atónito, no conocía a esas personas pero algo dentro de mí, me decía que debía seguir mirándolos. Cuando el barco zarpó, el paisaje comenzó a desintegrarse, me asusté un poco al observar como las montañas se desmoronaban en mis ojos, pero al instante se comenzaba a formar un nuevo lugar en aquello que había desaparecido, no había duda de que estaba siendo trasladado a un nuevo sitio, quizás el dueño de la voz intentaba decirme algo.

 

La nieve desapareció por completo, el mar fue remplazado por las hojas verdes del pasto y el olor a sangre y pólvora ahora tenía un tono a la primavera. Una pequeña cabaña en el campo servía de refugio para aquellos que habían escapado de los horrores que estaba viviendo Alemania. Desplegué mis pasos por el forraje, y me dirigí a la cabaña, noté que el hombre que sostenía al niño en el barco ya era un anciano, y aquel niño que ya era un hombre  cargaba a un bebé en sus brazos mientras unos 7 infantes más miraban.

 

Nuevamente mi alma sintió un apego emocional, a pesar de no saber de quienes se trataba, solo me interesaba mirarlos mientras sentía estar en familia. Había tanta tranquilidad que cerré momentáneamente los ojos para disfrutar del momento, pero la sorpresa llegaría nuevamente al abrirlos cuando los rostros de aquellas personas se difuminaban como una pintura al óleo frente a mí. El incógnito momento me desplazó de aquel tan distanciado lugar a la secuencia de la vida del bebé que había visto en brazos del hombre.

 

Entonces noté una existencia bastante dura, la niñez estuvo rodeada del trabajo exigido al igual que su adolescencia, yo  estaba sumergido en la historia de este personaje; y luego comencé a entender… recordé las narraciones que hizo mi abuelo un día y las comparé con las aventuras de aquel a quién estaba observando. Por etapas fui testigo de la vida del joven que cada vez iba creciendo, hasta que de mis ojos brotaron un par de lágrimas por haber  descifrado este tan enigmático episodio.

 

Volvió a sonar la voz que me había guiado cuando veía embelesado las estrellas, y esta vez se materializó frente a mí. Un anciano de estatura baja, cabellera completamente blanca,  ojos verdes, y con unas hermosas alas blancas en su espalda apareció junto a mí… ¡Sí!, era mi abuelo. Atónito quedaría… después de su lecho de muerte, se molestó en visitarme a través de un sueño para mostrar la raíz de mi historia, mostrarme el mismo legado que sus antecesores le dejaron.

 

Tomó mi mano, y cuando emprendió vuelo, la luz del sol le daba un tono brillante a las plumas blancas de sus alas, yo me sentía un niño nuevamente como cuando era cargado de bebé en sus brazos. Me dijo que iba a mostrarme su existencia, para conocer aquellas historias que aún a él le faltó contarme. Conocí a la belleza de mi abuela en su efímera juventud, la alegría que sintió cuando nacieron sus cuatro hijos, entre ellos mi madre… la situación dura por la que tubo que luchar ante una crisis económica que vivió, y el ejemplo de siempre seguir adelante. Conocí la fortaleza, convicción, esfuerzo a lograr lo que quieres y de allí el seudónimo que le dieron unos familiares del “último Mohicano”.

 

Mis ojos no podían dejar de llorar, estaba conmovido. Ver tantas personas queridas, unas que ya hoy no se encuentran junto a mí, y las que se han preocupado por formarme en su plena juventud. La alegría de volver a ser abrazado por este majestuoso ser humano que ahora es un ángel me llenaba de alborozo el corazón. Mi viaje iba llegando a su destino, en él pude observar la llegada del otro hijo que mis abuelos formaron, este no compartía nuestros lazos sanguíneos pero creció a la sombre del noble caballero que me guiaba en el vuelo para consagrarse miembro de la familia.

 

De repente, todo momento desaparece. Me sumergí al vacío de la imaginación, me encontraba asustado pues no sabía qué iba a suceder luego. Un destello en el fondo del matiz negro empezó a fulgurar, y en él, el llanto de un bebé dijo presente. Se comenzó a formar una escena en el camino que mi mente había formado. Allí estaba mi madre, con un pequeño en sus brazos. Todos mirándolo mientras dormía inocente. Era yo de recién nacido.

 

 Me concentré tanto en observar, que olvidé completamente el lugar en él que me encontraba y cual era mi compañía. Entonces, todo se iluminó, y destellos con todos los recuerdos de mi vida se consagraron nuevamente en mi memoria. Aparecí sentado sobre la punta de una montaña con verdes prados, y junto a mí estaba mi abuelo. Una frase brotó de sus labios, y lágrimas de felicidad nacieron en mis ojos cuando escuché de su boca: gracias por haberme enseñado tanto, ahora que conoces completamente mi historia, soy verdaderamente feliz pues ya culminé todo relato que aún me faltaba por contar, es momento de volver a las estrellas que dónde está destinada mi nueva vida.

 

Sus alas se abrieron, y él voló al cielo para alejarse de mí. Desperté, y las estrellas que veía en mi ventana habían desaparecido pues ya era de día, y aunque me encontraba un poco triste… estaba feliz pues habían culminado los relatos de aquel anciano que tanto me alegró, los relatos del último Mohicano.