Los dedos sobre el piano;
la mano, tácito sentido
desde el interior, el corazón,
late en pausas -en coplas-
sintiendo el amor -amor-
Las manos volando, entre quiebres el silencio, desde las alturas, entre la pared vieja, y el sonido reiterado, debajo del cielo mutilado. Un sonido quebrajado, mastica las llanuras, el horizonte gime, y en el austero silencio, su mano cae, se posa en el lodo, mi frente dormida, siente su paz. Y sobre la partitura de la vida, siento querer, siento amar, siento libertad...
Los dedos sobre el papel en blanco;
el corazón, intensa válvula
desde las pausas, el interior,
respira la música, rostros
dibujando el cielo estrellado.
-Versos- -Tu rostro en rastros-
El aliento moviendo el ocaso, de lugar los fonemas, desde los quiebres húmedos, la luz cae, sobre la cama herida, desde el aguijón del pavimento, donde la tierra ha muerto, y las calles se han perdido
-vacías- la cara muerde el silencio, y bajo el sonido extenso del piano, resurgen sonrisas, el leve dulzor de una ausencia... La quimera; el cuerpo indómito se abriga, entre cartones la ceguera, el ciclo de verme morir, de nuevo con la ciencia, y allí tirado en el olvido, en silencio me llama y le quito la mirada, -ausente- desde la oscuridad; el cielo cae, la luz se pierde -desde la oscuridad- allí donde me encuentro, ya no hay nada por caminar, ni correr dejando atrás a la muerte...
A través del lienzo,
fugaz, pincelada en lo extenso,
un mar intranquilo -mi cuerpo-
tu silencio, desmembrando
cada trozo de la boca
rauda e perfecta,
cuando hablas y no dices nada,
cuando me dejas el texto,
entre el horizonte
-la vida y la muerte-
entre el ocaso
-la esperanza-
entre el crespúsculo
-el último aliento-
y desde las alturas
tu manos aladas,
en aves mastican
el alba de mi rostro
y la oscuridad te busco
y no te encuentro...
[Y no te escuche]
...
En la soledad la muerte ha mordido pedazos de mis venas, bajo el catre el polvo ha apagado estrellas, y en el techo alfileres caen, sintiendo la nostalgia por perderte... Entre vendas, la ceguera, entre el odio la ausencia, entre la mutis el alarido sin nombre... Y aquí sintiendo que no siento, te recuerdo, sobre libros y bocas moviendo el viento de la lógica...
Tú sin rostro, alejado de la realidad y entre lo real, cambias de nombre, y en segundos el amor cambia de forma, y entre esqueletos tu abrigo cambia de humildad a riqueza, sobre el oro, caen aves de plata, y en silencio la herida de buscarte, de... quererte... desaparece...
Y aunque los muertos cambian la luz, y la vida cambia la oscuridad, aún logró ver más allá de la puerta, como te vas sin despedirte -como me voy-
y en un grito te quedas callado, y las ventanas se mueven con el viento
y en la soledad te nombro aunque no sea tu nombre... Dios...
Has quedado sembrado en el tiempo...
Desde niño no tenías nombre,
sólo eras inocencia,
sólo eras pena
alegría y tristeza...
Eras amor, eras perfección...
Y hoy eres...
Un ave perdida en la desolación,
sólo que..., me pierdo,
y se pierden los dedos
y el piano se pierde en mi alma,
y el te quiero queda fecundo
debajo del catre!!!,
entre el vacío de amarte
y sentirte tan lejano...
-Quizás te este olvidando...-
Un adagio, es un adagio, desde el vacío, el sonido, tu voz,
y el viento, desde el silencio tus ojos, el cielo, la noche,
desde la ausencia, tus manos, las aves, cuando llueve,
te siento los párpados, de saberte vida, quizás muerte...