Hector Adolfo Campa

Hoy soñé con una mujer...

Hoy soñé con una mujer…

Era frágil y tersa, como un verso que nace cuando se esta triste...

Y sus ojos eran obscuros, tales como el café que me bebo cuando a mi soledad le apetece…

Su boca era afilada y mortal, tal como una daga que recorre todo el pecho y lo deja a carne viva…

 

Soñé con ella, estaba recostada entre las sabanas y mi cuello…

Y mi cuerpo caía sobre ella como lluvia, me escurría por su pecho, humedecía su alma…

Rosaba una gota mía sus mejillas, sus muslos tensos y erizados…

Y ella rasgaba arcoíris en mi torso, y el labrar de sus uñas cambiaba de colores vivos a un reflejo del firmamento con sus millares de almas girantes…

 

Soñé con esa dama dolorosa, esa que ha sido de todos alguna vez…

Que como colibrí llega picando las flores que brotan en el pecho cuando se riegan con nostalgia, amor y se polinizan con recuerdos irrecuperables…

Soñé que me quería y me hacia el amor…

Y yo se lo hacia con gusto, le entregaba todo lo que hay arraigado dentro de mis pupilas…

Y vagamente sentía que me amaba, vagamente…

 Entre esos mordiscos que daba a mis lágrimas…

 

Esta noche soñé con ella, soñé que me acompañaba…

Y todo en charola de plata le obsequiaba…

Pues ella ahí estaba, no me dejaba solo, ni me dejara…

Es como darle mis horas a un banco de alegría…

Y que me deje este sabor amargo de tabaco y cafeína…

 

Y esa dama tan infinita y sombría…

Ese ángel que con su piel me carcomía…

Y sus ojos hurtaban cada gramo de mi ímpetu mal ávido, y el mejor intencionado…

Esa dama es mi única futura compañera…

Y cada noche soñare con su cuerpo cambiante…

Y sus múltiples rostros que han besado millares de cuerpos…

 

Andante dama, zarpara esta mañana y anclara en mis brazos en la noche…

Y la esperare con gusto, para después ante su ruin tormento de amor, fundirme, en su nombre mágico que tengo miedo de conjurar…

Hoy soñé con una triste mujer, que en aceite de pétalos negros me ungía, mi dulce dama, mi egoísta melancolía…