CROMOSOMA XX
Mi raza no es apellido,
pasaporte o definición.
Jamás insinúes
que la piel que me viste
es ofensa.
Nunca podrás limitarme al afiche
que hace mercancía del cuerpo.
Tampoco me busques en prostíbulos
ni me siembres de golpes.
Dame lo justo
porque tu lástima no es pago.
Tira todas las llaves
en vez de inventar nuevos cerrojos.
La mordaza de un prejuicio
no silenciará mi denuncia
y una soga al cuello es poco freno
para una cabeza que sabe correr.
No me llames dama
por ser madre,
por ser dócil,
por mi leche,
por el maquillaje,
por la histeria
o por un llanto incontinente.
Dime hembra
por el empeño a pesar de los agobios,
por sobrevivir al holocausto de cada día,
por la alquimia de un plato humeante
cuando la pobreza ajusta el cinturón.
Me hallarás en la “u” de un útero
en parto de rebeliones
y me encontrarás en este grito:
¡soy la irreverencia,
mujer haz de llamarme!