Yo, el que montañas de amor atesoraba para ti, decidí sin titubeo alguno mi destino. Con tu partida todo se torno gris, sin color, sin esperanza, porque para mí eras indispensable, te busque con ansia, y te encontré ya inmóvil.
Desesperado, me abrase con fuerza a la rigidez pasiva de tu muerte, y en ese atardecer desviado y sin sentido, como tantos, cuando las luces cansadas se alejan sin prisa de las cosas, me quite la vida; esa vida que solo junto a ti podía ser vivida, y a través de aquella herida inevitable, de sangre ardiente.., joven y enamorado, y al igual que una paloma enloquecida de amor, volé hacia ti, con ansia, con prisa, con la necesidad de encontrarte, para descansar en mi sitio, tus brazos.. y sin terminar la frase, prolongue el silencio ; y sentí sobre mí, algo así como el rocío maravilloso de tu sonrisa.