Disponga el pasado de diestras campanillas
y muestre en toda bifurcación
la gracia de su sabiduría.
Basta del esfuerzo que supone cargar
con el peso de un imperio,
el egocentrismo que maniata cualquier sentir
y asesina sin piedad el juicio
cual conviene en otorgar
el conveniente arte de la amatoria.
Rosal desnudo de espinas desliza tu brote,
pequeño capullo cual abra la cara del día,
y espaza su aroma rojizo, descubra la mía:
la enorme fortuna que dicta y espera la anote.
Fragante fortuna, tus señas perviven en mitos,
posees las voces de tanto que brindas al hombre,
mesetas enteras de acordes, y libros escritos
con traza, que alaban con cantos tu nombre.
Al cerrar mis ojos se abre,
un abanico de emociones adosadas,
a la memoria nacida más pronto que:
los sonidos o la luz resplandeciente,
antes de quedarnos o ir de visita
o de ser nativos o extranjeros ocupantes,
antes de existir nuestro lenguaje
o de que la muerte le diera cita
a cada una de los seres que habitan
sujetos a preguntas cuales no saben responder.
Siento atados mis zapatos
con cordones hilados
por elixires exprimidos por el ayer...
Y aparecen palmerales recubiertos de azulado
que derriten dátiles sobre mis manos,
y escarpados cortes que divisan y escuchan el ronroneo del horizonte,
aferrados a una delgada espiga se sujetan protegiéndose de caer.
De ser derribados por el viento o arrastrados
y desestabilizándose sobre el filo de su propio acantilado,
desmoronarse, sucumbir a la altura
y ser absorvidos por la corriente que habita en sus pies.
Memorizo tanto gratos como explosivos recuerdos,
me permito ser un ser emotivo y los siento.
Mis ojos, parpado tras parpado, cerrados,
me conceden una adivinatoria y divina trashumancia.
Soy caballo y jinete; recorro desde un mismo espacio:
los clavos y las raíces; raudo recorro largas distancias.
Multiplico en el recuerdo anotaciones,
mi tinta se agota fundida intentando cuadrar
pasajeros desvelos y próximas venturas.
Desgloso pasajes de duelo
y alegrías que al vuelo...
acogieron ideales que supieron enseñarme
pero ya envejecidos perecieron.
E intentando hallarme, entre cartones, hiedras, maderas y hierros,
entre registros ancestrales me encuentro,
cada uno de ellos ayudó a configurarme,
mi identidad es tal cual,
porque sin faltar uno los llevo.
Desde más allá de la infancia,
desde los restos del estallido que me enroló,
que hizo de mi un marino y un naufrago,
desde allá hasta este hoy,
que porta versos amorosos
o relata la presencia de estridencias.
Cuanta lección aprendida cargada en mis hombros,
tanta que, dejó sus señas,
curtiéndome como costalero.
318-omu G.S. (BCN-2012)