Pedro Aros Castro

Sol-apado

  Siempre ha alumbrado con cariño
ha sido testigo de nuestro destino
aún hoy adorado dios benevolente
que entrega sus rayos diariamente

Los hombres su cobijo imploran
en ritual de ocasos le adoran,
en sombras de pasión y placeres
esperan su luz de amaneceres

Sus rayos preñan la húmeda tierra
haciendo brotar la vida que encierra
el planeta bañado por su destello
pierde su condición de plebeyo

Al clandestino sexo de oscuridad
de su camuflaje despoja la claridad,
atolondrados los espectros de periferia
huyen a los rincones con su miseria

Su verde-azul altivo resplandece
en fulgor de llama, la vida acontece
una plegaria que viaja al espacio
intenta espantar antiguo presagio

Desde el abismante silencio emana
chispa que con su divinidad hermana
luz que duerme en profundidades
aureola que asemeja con deidades.

Una oscura y latente fantasía
eclipsada caricia, una alegoría
que se percibe con el alma
es el crisol que forja y calma