PETALOS DE NOCHE

Llueve... Lluevo...

 

 


Me gustas cuando no hay más que decir,
cuando mi lamento le pertenece al silencio...

Me gustas cuando ya eres vacío,
y sobre todas las cosas bellas
no sé expresarte un te quiero...

Me gustas a momentos,
y de un segundo febril,
tocarte los cabellos,
sentirte de nuevo...

Cuando no era ayer,
y en este hoy le perteneces a la muerte,
en este mañana al olvido,
y en este segundo
a tropiezos por el destino...

Me gustas sin saberte
modular un beso,
cuando desapareces
sobre el caudal ausente
en la soledad,
donde supimos terminar
con la luz de tus pestañas
y la oscuridad de mis ojos...
-Pétalos de noche...-

.........................




Sobre la calle mojada,
zapatos ahogados,
muerden el asfalto... 


Párpados se manchan,
-Prisión de lágrimas-
sienten la tristeza,
tal vez la nostalgia,

por saberte destruida
en las murallas
de un cielo
abierto a mordidas,
-el ocaso-

allí, entre el límite de amar,
el límite de odiar, -el horizonte-

te supe perdida,
te supe olvidada...


Desde ojos cerrados,
el umbral suspendido 
en un beso marchito,

entre tejidos de la brisa
y la helada de las cornisas
repelidas en tus pestañas;
-La noche quebrada-

¡Te supe querer…!


Tu boca jamás toque,
tus ojos no asesiné
en la pintura de mi mirada,

ni de tu piel 
mi tácito silencio
supo recordarte
a través del tiempo...

Ni de ti, ni de mi, ni de nadie supimos que es el amor,

[Dónde muere, y nace]
-Donde mueren las... lágrimas-

ni el beso de la nostalgia,
manchado de sombras, -de sueños-

de aberraciones de tu boca,
y el corazón titubeante 
al olvido, -el adiós-

Llueve…, 
llueve desde los puentes de la ciudad gris,
sin haber río que desgarre mis venas,
sin haber segundo que me detenga
en las ventanas quebradas,
tiradas en pies,
la sangre fluye,
y con ello las lágrimas nacen,

Y... lluevo para decirte nada,
para sentir que las aves se tuercen
sobre el gemido del día,

el piano ahogado en la oscuridad,
sintiendo mi voz quebrarse,
sin manchas al pavimento de lágrimas...
-la noche se apaga-



Hoy... te pareces al silencio,
callada; la vida llueve para ser dolor,
húmeda en mis palabras,

no hay tristeza 
que asesine la sangre
de mis dedos,
sin saberte lejana...

Sin saberte pintada en el óleo
de una mirada borrada…






Joel Parra, desde siempre, y ahora, hundido en el mar... Ni la vida me puede salvar...
Los tiempos me saben a relojes muertos en la pintura de un hombre muerto...
El lugar me sabe a un mar, esperando la nostalgia de un Dios perdido...