Hay tanto lodo fuera, lo hay, tantos que manchan la vida, manchan el amor, manchan algo más que una palabra... Hay tanto dolor dentro, que ahoga el sonido del viento, en un silbido atascado en el llanto, intermitente como el cielo, nublado del silencio; triste ausencia, ahogando un gemido profundo, como el descanso de la muerte... En este hoy que lamento la ausencia...
Llueven las palabras
y con ello lágrimas,
-llueven-
sintiendo la brisa
ahogarse en un lamento...
En bocas cerradas,
mordiendo la lengua
reseca; en el sonido
apretado -entre teclas-
errantes a la muerte...,
el gemido interno
inserto en el alma,
una válvula cerrándose
con el pecho...,
el dolor grita
entre la lluvia
sobre techos mojados,
por la penumbra
de tus mejillas,
y..., los parpados jirones
de pasmados sueños,
dentro de la copa,
el amargo sabor del desconsuelo...
No hay invierno,
que quite el frío
de este corazón muerto,
que irradie soledad
dentro de este vacío
para gritar esperanza
y con ello libertad...
-¡No las hay!-
ni palabra
que madure
este verso,
para llamarte de la nostalgia,
a través de la tristeza
agonizando en este silencio,
...Donde ya no hay boca
que muerda mis dedos,
para seguirte y con ello
abrir el sonido suicida
muerto en este momento,
¡Te extrañé, te quise y te amé!
¿Te odie, te olvide, y te asesiné?
y desde la oscuridad
enterré tus restos,
poemas que hablaron
de la noche, y el mar
atado a una copa,
entre el vinagre
exhalado de tu cuerpo,
y el sonido diáfano,
destilado de tu pecho...
Y..., ahora,
"En este segundo antes de un segundo"
escucho la voz agrietada,
apretada entre teclas
abanicando la muerte,
en el adiós, un camino errado
entre el umbral del sortilegio;
tus manos enterradas en aves muertas,
y papeles retorcidos -Tu cara de porcelana-
entre el hastío de un sol parapléjico,
como el corazón mutilado
en tiempos sin ser tiempos,
cuando del sarcófago del edén,
regresaron pétalos de rosa,
y con ello se fueron huesos
acoplados a un adiós sin serlo...
No queda la muerte...; ahogarse en el pantano, ni ser lodo. Sin sentir una lágrima perderse en el llanto, cuando relojes de un cielo amamantado de tiempos y con ello latidos inscritos en el muestrario de rocas, parpadeantes en el ojo muerto, puedan ver la luz, apagarse en este cuarto pintado de silencio...