Detras de la casa del agua
donde corríamos sin parar
sólo ibamos a jugar
a la orilla del naciente
donde aprendimos a pescar...
Nuestra red era un colador
para atrapar aquel tiburon
tan grande como la espuela
del gallito peleón...
Cuantas aventuras soñamos
cada una con su travesura
descubriendo aquellas parchitas
que arrancamos una a una...
Abriendo con tanta soltura
nos chupamos aquella agriura
que entre el pensamiento y el tiempo
la boca agua va haciendo...
Luego a las matas de guayaba
toditas nos la ibamos comiendo...
Como salir del potrero
sin cadillos en los calzones
llevando barro
hasta en el pelo...
Y el acostumbrado regaño
que nos esperaba
para volver al encuentro...
Héctor Molina
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