Piensa que me elevé al cielo
que me enredé en las nubes
y me devuelvo en pequeños aguaceros.
Piensa que riego nuestra tierra,
que las flores de mí beben
o que corro entre las piedras
de cualquier riachuelo.
Piénsame así...
porque ya no seré tuya, ni de nadie,
ni siquiera de mí.
Seré desde las nubes
la gota cristalina que se vuelve rocío
y en alguna mañana
cuando abras los ojos
estaré en tu ventana
cuajada por la niebla
que también se evapora
aun con tu mirada tierna.